Publicado: Sábado, 28 Enero 2012
23:00 | Por: L. Pascual | Imprimir | Correo electrónico |
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Cierto es que la política, la economía
y la sociedad están muy relacionados, sabiendo que dependiendo de uno u otro
sistema económico varían las formas de gobierno así como el comportamiento de
la mayoría de la sociedad. Sin embargo, ¿estaría pues la política
intrínseca en nuestras vidas cotidianas? Analizando a los individuos, los
componentes básicos de una sociedad, nos damos cuenta de que éste no siempre
está haciendo política, es decir, no siempre está militando en algún colectivo,
grupo, asociación o sindicato, o debatiendo con otros y sacando propuestas,
sino que hace otras cosas como quedar con amigos, ver películas, en general todas
aquellas actividades de ocio para desconectar y pasar buenos ratos. Todas ellas
ajenas a todo lo que sean temas políticos.
Pese a ello, en ocasiones se llega a
politizar incluso los actos de la vida cotidiana en aspectos como las
relaciones de amistad, familiares o incluso sociales, o en la manera de hacer
las cosas. Al mezclar la vida cotidiana con la política muchas veces hace que
los individuos se discriminen mutuamente solo por el hecho de que no comparten
la misma ideología, pensamientos u opiniones. Incluso algunos llegan a darle
demasiadas vueltas a un asunto que en verdad carece de relevancia. Quizá pueda
parecer paradójico decir a la vez que la política influye mucho en las pautas
de comportamiento de la gente. Así por ejemplo, un fascista es muy cerrado de
mente mientras que un anarquista está abierto al intercambio de opiniones
(aunque desgraciadamente haya algunos que sí son dogmáticos y no miro a nadie);
un socialdemócrata solo piensa en términos medios mientras que uno de derechas
es soberbio y arrogante…
Resumiendo. Existe una cierta
contradicción entre que la política forma parte de nuestras vidas pero a la vez
que muchos aspectos no tienen nada que ver con ella y siguen siendo importantes
en la vida del individuo, como lo es el ocio, el entretenimiento y las
relaciones interpersonales. A modo de conclusión, creo conveniente que se
separe la militancia política de la vida personal, no en el sentido de que se
deba de cambiar de careta cuando nos tengamos que poner serios para
involucrarnos en acciones de carácter político sino en referencia a que, dentro
de las relaciones interpersonales, la compatibilidad entre individuos se debe
principalmente a la personalidad -además de que antes que ideologías somos
personas- y por tanto, no mezclar los momentos en que uno debe desconectar para
tomarse un descanso, relajarse, estar consigo mismo y tomar fuerzas con
momentos en que hay que debatir, organizarse, y pasar a la acción. Porque en
caso de que se esté todo el día metido en el embrollo de estar al tanto de la
política, aplicar siempre los principios ideológicos y evitando en todo lo
posible las contradicciones, acabaría uno por quemarse y con ello solo consigue
tener la mente intranquila y el alma inquieta dando como consecuencia la
pérdida de uno mismo, al no poder gozar de tranquilidad para reencontrarse con
su «yo».
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